Los economistas cargan contra la rebaja del IVA del Gobierno: «Habría sido más eficaz deflactar el IRPF»
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La mayoría de los economistas no ve con buenos ojos la rebaja del IVA a los alimentos de primera necesidad decidida por el Gobierno con el pretexto de favorecer a las clases más desfavorecidas: cree que será contraproducente para las cuentas públicas, que reprime artificialmente la inflación, que impide que los consumidores se adapten a la situación de claro empobrecimiento general que han empezado a padecer con la subida de los precios y que los efectos negativos superarán claramente a los beneficios esperados. Lo que debería hacer el Ejecutivo es deflactar la tarifa del Impuesto de la Renta, coinciden todos. Tampoco contemplan que el Gobierno obtenga rédito electoral alguno de su iniciativa, que forma parte de una estrategia transversal, pues el Partido Popular ha propuesto que, además de a los productos básicos, la reducción del impuesto se aplique también a la carne y al pescado.
Según Valentín Pich, presidente del Consejo General de Economistas de España, la decisión de bajar el IVA «despista al consumidor, es un parche para salir al paso de las quejas de los ciudadanos y en el fondo distorsiona el mercado». «Es fundamental que los precios marquen las decisiones de compra de las familias, con independencia de su renta, y una iniciativa de este tipo no va a impedir a la larga la dinámica de la oferta y la demanda, que es inexorable». A su juicio, «tratar de fijar los precios es la peor decisión de las posibles, y el argumento empleado de que con ello se favorece a la gente en situación más precaria profundiza en la estrategia de ir desplazando a las clases medias de todas las iniciativas de socorro para paliar la situación de crisis, lo que puede provocar efectos perversos, pues muchos ciudadanos pueden verse inclinados a pensar que resulta más conveniente vivir en la economía informal que formar parte de la economía regular, pagando los impuestos correspondientes pero privados de las ayudas por vivienda, por la alimentación, etcétera».
Pich también opina que lo lógico habría sido descontar la inflación del IRPF, y devolver a los ciudadanos el colosal aumento de la recaudación que está amasando el Ejecutivo gracias al incremento de los precios, para luego gastar ese excedente en subvenciones y ayudas más que cuestionables.
José Luis Feito, ex presidente del Instituto de Estudios Económicos y miembro de la Junta Directiva de CEOE, aún es más contundente: «No deberíamos haber bajado el IVA jamás. No nos lo podemos permitir. Tenemos un problema de déficit estructural crónico y la deuda pública alcanza una de las cotas más altas de la UE. Por otra parte, es falso que la rebaja del IVA vaya a ayudar a los más vulnerables. Beneficiará en mayor proporción a la gente con más poder adquisitivo, que tiene un nivel de consumo elevado». En su opinión, el Gobierno está reaccionando compulsivamente a los acontecimientos puntuales y las urgencias que se le presentan, pero «el mundo no se acaba hoy: si se renuncia al rigor presupuestario y no hay intención de disminuir el gasto público, algo que no figura en la agenda de este Gobierno, habrá que subir los impuestos y esto perjudicará en general a todos los ciudadanos, y en particular a las clases bajas».
Según Lorenzo Bernaldo de Quirós, presidente de la consultora Freemarket, «la rebaja del IVA es contraproducente. Distorsiona el mecanismo de fijación de precios y lanza a la opinión pública el mensaje equivocado de que puede seguir manteniendo su capacidad de compra». Y a su juicio, esto representa un contratiempo, «porque entras en una deriva de tratar de reducir artificialmente la inflación, una estrategia que nunca funciona, insistes en evitar que la gente se de cuenta de que es temporalmente más pobre y que debe actuar en consecuencia, y por último torpedeas la política monetaria del BCE para luchar contra la inflación». El presidente de la consultora también apuesta por una deflactación de la tarifa del IRPF.
Manuel Balmaseda, economista jefe de Cemex, cree que el IVA es uno de los impuestos más eficientes y que no conviene modificarlo arbitrariamente porque, entre otros efectos perversos, «estás incentivando a la gente a consumir lo que quizá no querría en condiciones normales, estás alterando su toma de decisiones y es dudoso que la reducción del impuesto acabe impactando sobre el precio final». Los eventuales daños serán mayores que los beneficios esperados, concluye.